El bien de todos. Los frescos del "El buen gobierno" de Ambrogio Lorenzetti - Exposiciones - Pastoral Universitaria UCSS
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El bien de todos. Los frescos del "El buen gobierno" de Ambrogio Lorenzetti


Paneles El bien de todos. Los frescos del "El buen gobierno" de Ambrogio Lorenzetti

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La Exposición didáctica está conformada por paneles que reproducen, a la mitad del tamaño natural, los frescos realizados entre 1338 y 1340 por Ambrogio Lorenzetti (1290-1348), uno de los artistas más importantes del Trecento Italiano, que fueron pintados en la Sala de los Nueve del Palacio Comunal de Siena, lugar donde se reunían los gobernantes de la ciudad.

Estos frescos, de extraordinaria calidad artística, permitían mostrar a los gobernantes, al momento de deliberar para tomar las decisiones para la ciudad, las causas y consecuencias que podía tener una correcta o incorrecta decisión de las autoridades. En efecto, allí es posible ver de dónde nace y cuáles son las consecuencias de un buen o un mal gobierno.

El primero nace del poder dado por el pueblo al gobernante, el pueblo que vive en concordia, la que a su vez proviene de la justicia que tiene la mirada puesta en la sabiduría. Las consecuencias de un gobierno así son la felicidad de sus pobladores en el campo y la ciudad, donde florecen las artes, la educación, el comercio, el bien común.

En otra de las paredes, sin embargo, se muestra el mal gobierno y sus consecuencias: el mal gobernante es el tirano, ilustrado como un hombre con largos colmillos (recordado en nuestro medio por ser el personaje de la carátula de la primera edición del libro “La Fiesta del Chivo”) que tiene la mirada puesta en la soberbia, la avaricia, la vanagloria y está rodeado de la crueldad, la traición, la furia y la división, la justicia a sus pies y la paz aprisionada; la consecuencia es la destrucción, la inseguridad y la muerte.

El 23 de enero de 1944, un violento bombardeo de los aliados golpeó la periferia de Siena: la pérdida más grave para el patrimonio artístico fue la Basílica de la Recoleta. Sobre el altar principal de la iglesia se encontraba un bellísimo crucifijo en madera, del cual  hasta entonces no se conocían ni época ni autor y que quedó destruido. Sin embargo, entre los escombros, los frailes encontraron milagrosamente intacta la hermosa cabeza.

La sorpresa fue el hallazgo de un extenso pergamino, escondido dentro de la cabeza: se trataba de un texto autógrafo del autor de la obra, Lando di Pietro, gran orfebre y arquitecto de Siena en le siglo XIV, al cual nadie habría atribuido una cruz esculpida y pintada. Estaba también la fecha, enero de 1337, en el que el gran crucifijo había sido realizado.

Pero en el pergamino hay más: se encuentra una larga, conmovedora oración que Lando dirige a la Virgen y a los Santos, para que confíen a Dios su destino, el de su familia y de todos los hombres.

En el mismo año en que Ambrogio Lorenzetti pintaba el Buen Gobierno en el Palacio Público, Lando di Petro, otro gran artista sienés, esculpía el gran crucifijo. Como paradoja, exactamente la destrucción de la obra reveló a todos el corazón del artista: es esta tensión al ideal que el hombre vive en el secreto de su existencia cotidiana y que “esconde” en su obra, la raíz misteriosa que florece en la concordia de Siena que Lorenzetti representó en la Sala de los Nueve.

Un mundo nuevo nace de hombres que guardan su deseo y su ideal en lo que hacen: parece una nada, y en cambio son hombres así que ha dado origen a nuestra civilización.

Se trata del punto misterioso en que germina el bien común, y es la responsabilidad de cada uno en la construcción de la ciudad.

 


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La Exposición didáctica está conformada por paneles que reproducen, a la mitad del tamaño natural, los frescos realizados entre 1338 y 1340 por Ambrogio Lorenzetti (1290-1348), uno de los artistas más importantes del Trecento Italiano, que fueron pintados en la Sala de los Nueve del Palacio Comunal de Siena, lugar donde se reunían los gobernantes de la ciudad.

Estos frescos, de extraordinaria calidad artística, permitían mostrar a los gobernantes, al momento de deliberar para tomar las decisiones para la ciudad, las causas y consecuencias que podía tener una correcta o incorrecta decisión de las autoridades. En efecto, allí es posible ver de dónde nace y cuáles son las consecuencias de un buen o un mal gobierno.

El primero nace del poder dado por el pueblo al gobernante, el pueblo que vive en concordia, la que a su vez proviene de la justicia que tiene la mirada puesta en la sabiduría. Las consecuencias de un gobierno así son la felicidad de sus pobladores en el campo y la ciudad, donde florecen las artes, la educación, el comercio, el bien común.

En otra de las paredes, sin embargo, se muestra el mal gobierno y sus consecuencias: el mal gobernante es el tirano, ilustrado como un hombre con largos colmillos (recordado en nuestro medio por ser el personaje de la carátula de la primera edición del libro “La Fiesta del Chivo”) que tiene la mirada puesta en la soberbia, la avaricia, la vanagloria y está rodeado de la crueldad, la traición, la furia y la división, la justicia a sus pies y la paz aprisionada; la consecuencia es la destrucción, la inseguridad y la muerte.

El 23 de enero de 1944, un violento bombardeo de los aliados golpeó la periferia de Siena: la pérdida más grave para el patrimonio artístico fue la Basílica de la Recoleta. Sobre el altar principal de la iglesia se encontraba un bellísimo crucifijo en madera, del cual  hasta entonces no se conocían ni época ni autor y que quedó destruido. Sin embargo, entre los escombros, los frailes encontraron milagrosamente intacta la hermosa cabeza.

La sorpresa fue el hallazgo de un extenso pergamino, escondido dentro de la cabeza: se trataba de un texto autógrafo del autor de la obra, Lando di Pietro, gran orfebre y arquitecto de Siena en le siglo XIV, al cual nadie habría atribuido una cruz esculpida y pintada. Estaba también la fecha, enero de 1337, en el que el gran crucifijo había sido realizado.

Pero en el pergamino hay más: se encuentra una larga, conmovedora oración que Lando dirige a la Virgen y a los Santos, para que confíen a Dios su destino, el de su familia y de todos los hombres.

En el mismo año en que Ambrogio Lorenzetti pintaba el Buen Gobierno en el Palacio Público, Lando di Petro, otro gran artista sienés, esculpía el gran crucifijo. Como paradoja, exactamente la destrucción de la obra reveló a todos el corazón del artista: es esta tensión al ideal que el hombre vive en el secreto de su existencia cotidiana y que “esconde” en su obra, la raíz misteriosa que florece en la concordia de Siena que Lorenzetti representó en la Sala de los Nueve.

Un mundo nuevo nace de hombres que guardan su deseo y su ideal en lo que hacen: parece una nada, y en cambio son hombres así que ha dado origen a nuestra civilización.

Se trata del punto misterioso en que germina el bien común, y es la responsabilidad de cada uno en la construcción de la ciudad.

 

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